Página:Páginas eslavas - Cuentos y narraciones (1912).pdf/79

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
77
Julián Juderías

—El último momento será terrible, pero el primero...

Las inmóviles facciones de la aparición se animaron, pero no dió respuesta.

—¡Qué miserables deben ser esos sentimientos que nosotros llamamos goce y felicidad!.. prosiguió Josefina sollozando.

—Tenemos que separarnos, dijo la aparición. ¡Adiós Josefina, hasta la vista allá... en nuestra patria común!

—¡Espera, espera! ¿Crees acaso, que nos veremos de nuevo?

—No lo dudes. Voo tu alma que lucha por escapar de su cárcel. Escucha...

La sombra de Casimira se inclinó y murmuró unas palabras al oído de su amiga.

—Después, dijo la princesa al terminar su relato mis ojos se cerraron; escuché allá en lo alto sones agradabilísimos y no sé si me dormí ó si perdí el conocimiento: lo cierto es que todo desapareció de mi vista.

—¿Y qué fué lo que le murmuró al oído? pregunté llevado de la curiosidad.

—No me lo pregunte V. Aquellas palabras morirán irremediablemente conmigo.

Por mucho que hice por que me revelase aquel secreto no pudo conseguirlo, pero noté que cuantas veces le hablaba del particular, lloraba, pero ans lágrimas no eran de pena.

IV

Tres semanas después leíamos en el periódico de Paris L'Ami de l'homme, que á poco del asesinato de la princesa de Lamballe había subido al cadalso una señora extranjera, cuyo nombre, por muy estropeado que estuviese—según costumbre francesa—nos reveló al punto ser el apellido de los príncipes L-kys.