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Julián Juderías

ñadora mirada. Los ojos de ésta brillaban á través del velo, que dejaba ver una barba diminuta.

—Bueno, pensó el príncipe ¡Mystére, pues, Mystére! Seguramente será alguna broma de Nochebuena, preparada por mi Lucie ó por la Cécile del Principe Mischa.

.y el joven se quedó convencido de que todoaquello era una broma y de que no ya siete millones, sino 700 rublos sería imposible hallarlos en un momento dado en casa de Lucie, en la de Cécile y en la del mismo Príncipe Mischa.

III

93 El carruaje marchaba rápidamente dando saltos inclinándoseal dar las vueltas y hundiéndose en los baches del camino. Al principio pudo seguir el príncipe, con la imaginación, las calles por donde marchaban, pero esto se hizo muy pronto imposible, pues el coche dió tantas vueltas que se confundió por completo. Miró el reloj: eran las ocho y media.

—¿Está todavía muy lejos el sitio adonde me lleva V. gnadige Frau? preguntó el príncipe volviéndose hacia su acompañante.

—No está cerca, Ihr Ehrlaucht.

—¿Pero se encuentra en la ciudad?

—No.

—¿A una media hora de ella entonces?

—A algo más.

—¡¡Por vida del diablo! pensó el príncipe. ¿Dónde pensará llevarme esta mujer? Déspués de todo, lo mismo me da.

El carruajo rodó aún más deprisa por un camino sin desniveles y el joven dedujo que lo llevaban por la calzada de la ciudad. Más de una vez se aprestó á dirigir la palabra á la señora pero bien pronto renunció á su propósito, pues ésta unas