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doncia, resolvió sin pérdida de tiempo atacar una compañía de cazadores montados que sabía hatx destacado el jefe de la vanguardia realista, com el objeto de cortarle la rotirala, luego que él comprometiese en la quebrada Tiniguipaya, que era el camino preciso para volverse á aproximar á Yocalla.

En la noche del 24 de octubre, á la cabeza de sn poquo listacamento, se puso en marcha con el ánimo resuello de sorprender a los cazadores enomigos, que según las noticias de sus exploradores, we habían situado el portezuelo de la quebrada, en la posta denominada de Tambo Nucey.

Para llegar á este punto, se hacía necesario removitar una áspera cuesta, flanqueada por in hondos despeñaderos. La Madrid, que conocía el terreno, hizo adolantar como batidores á los soldados José Mariano (ómez, tucumano, y Santiago Albarracín y Juan Bautista Salazar, cordobeses.

Estos tres animosos suklados llegaron al pie de la cuesta, ccharon pie á tierra, y la subieron silenciosamente con el caballo de la ricada.

Al pisar la cumbre, creyeron oir el relincho d un caballo, y may luego vieron brillar á la distancia la luz de la pusta. Accreárons: más, y distinguieron perfectamente un centimeta á pie, apostado cu las casuchas. Deslizándose como sonbras y aproxiurándose al abrigo de las quebra:las del to rreno, se convenei—rou de que en efecto alif estaban los alistas.

A excopeión del relincho de los cincuenta caballos encerrados en el corral de piedra de Tane ho Nuovo, ningún rumor llegaba á sus oídos.

Los tres batidores siguieron avanzando y d brieron mi cuerpo de guardia.