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Era la avanzada de la compañía esiomiga.

El centincla estaba desprevenido, ó dormía tu!

vez, inclinado sobre su fusil. Las armas estaban apoyadas contra la pared, al cuidado del centinela.

En el interior del rancho ardia um candil encima ke una manta que sorvía de carpeta, sobre la cual so vofa un anipe. A su alrededor dormían tranquilemente once soldados. A poca distancia, á retaguardia, descaneaba el resto de la compañía, en número de cuarenta hombres.

Los tres batidores concibieron por inspiración el atrevido proyecto de apaderarse solos de la guardia.

Pensarlo hacerlo fué obra de un momento..

Su plan de ataque debió combinarse más bien por señas que por palabras.

Uno de ellos se precipitó rápidumonte sobre el continele y le desarmé y rindió, tapándole la boen antes de que pudiese articular wi grito de sorpresa. Otro se apoderó do las araias. El tercero, colocándose en medio de la guardia con su sable la drogona y su carabina amartilleda, intimó á todos reudición.

Todos so ziudieron sin resistencia, y uso por upo fueron maniatados por los tres batidoresquienes, colándolos por delante, volvierou á bajar la cuesta.

El sargento de la guardin. prisionera. aprovehandse do las fragosidades del terreno, se arrojó por au despoñadero, y fué á dar la alarma al resto de la compañía que dormía tranquilamente.

Los batidores de Ia Madrid se incorporaron muy luogo á él, y le persentaron once prisioneros y dove fusilos.

Sin vacilar, avanzaron los doce dragones gatriot en busen de los cazadores enemigos, que