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y ardientes de los mal feridos; pero la demostraelón de que la estructura del drarha y hasta sus mismos versos eran de origen español, resultaba tan indiscutible, que el campo quedó por el americanista imparcial, y Ollantay se tiene hoy simplemente por lo que es en sunia, y la discusión ha cesado porcompleto sobre el punto.

Después, la teoria del traductor vuelve a mostrarnos en literatura al Mitre inflexible que hemos visto en historia. Léasela atentamente, para comprender —8 antes no se ha comprendido que también hag una honradez literaria, tan poco valoraJa cuanto dificil y ardua... en compensación.

La Carto—prefacio nos obliga á referirnos de nuevo A la Carta & Barros Arana: cotéjese la que dice A este ilustrado literato con lo que dice a nuestro Sarmlento. Al primero lo invita a la acción pollden, sin que abandone las letras por ello; con el segundo quiebra una lanza en honor de la poesia.

Superficialmente, asto pareceria contradletorio. Nohay tal: recuérdese, si no, la fabulita en que un torpe jardinero dejaba alternativamente sin agua ó las flores del jardín ó los peces del estanque. ¿Por qué no acordarse de peces y de flores a la vez? El gran ciudadano ast lo hacía, y no pueden leerse sin emoción las frases en que lamenta que los acontecimientos lo desviaran de sus más caros estudiosjá el, llamado á tan envidiables destinos! ¡Tenemos que copiorlas! Dicen: Odlo á Rosas, no sólo porque ha sido el verdugo de los argentinos, sino también porque, á causa de él, he tenido que vestit las armas, correr los campos, hacerme hombr político y lanzarme á la carrera tempestuoen de las revoluciones sin poder seguir mi vocación literaria. Hoy mismo (1857), en medio de las embriagantes agitaciones de la vida pública, no puedo menos de lanzar una mirada retrospectiva sobre os días que han pasado. y contemplar con envidia a suerte de los que pueden gozar de horas serenas entregados en brazos de la musa meditabunda»...

Uno no puede menos, tampoco, de sonreir enteraecido al leer estas palabras del gran patriclo que anto dio á su generación y a las venideras, el cintadano que, después del rudo batallar del soldato el político, entre una guerra y una campaña paramentaria, entre una relvindicación armada de los