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Formados los expedicionarios frente a la portería del convento, percibieron á la distancia una ligera nube de polvo que se levantaba en el camino del Rosario. Era Eecalada, que noticioso del desembarco, acudía al encuentro de los invasores con su cañón de montaña y sus 50 hombres medio armados. La campana del claustro daba en aquel momento las siete y media de la mañana.

Cuando Escalada llegó al borde de la barranca, los españoles se replegaban sobra la ribera á son de caja en disposición de reembarearse. Rompió el fuego sobre ellos con su cañón, pero los buques con eus piezas de mayor alcanco lo obligaron á desistir de su hostilidad.

Tal fué el preludio del combate de San Lorenzo, hasta hoy desconocido, que bien merecía sor salvado del olvido, aiquiera sea para adjudicar á cada cual el mérito que le corresponde en la prepara ción del suceso que ha ilmstrado aquel sitio.

VIII

La noche del 31 so fugó de la escuadrilla un paraguayo que tenían preso en ella. Apoyándose en unos palos flotantes, llegó hasta la playa donde los patriotas le recibieron. Por él se supo que toda la fuerza de la expedición no pasaba de 350 hombres, que á la sazón se ocupaban de montar dos pequeños cañones para, desembarcar al día siguiente en mayor fuerza con el objeto de registrar el monasterio, donde suponían ocultos los caudales de In localidad; y que su propósito era remontar el río á fin de pasar de noche las baterías de Punta Gorda, si era que no podían destruirkas, interruzpiendo así el comercio con el Paraguay,