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IV

Je aquí lo que había sucedido.

El coronel Neira, que aunque anciano, era wit hombre enérgico, testarudo y de sangre caliente, Lo satisfecho con haber desalojado á las guerrillas enemigas de los puestos avauzados, se había empeñado más tarde en llevar un ataque parcial sobre sus guardias del eeutro, situadas á inruedia ción del punto denominado Las Tres Cruces. Al efecto se puso al frente de una guerrilla de 20 á 30 hombres, y avanzó resueltamente con ella, rompiendo la linca avanzada de los sitiadores y ohteniendo en el primer mimento algunas ventajas.

Menemigo, reconcentrando sus reservas, reaccionó vigorosamente, trabándose un reñido combate, del que resultó la derrota de la guerrilla y la muerte de Neira, después de hacer este una resis tencia tenaz por no entregarse prisionero.

El cadáver de Neira cayó eu terreno enemigo, como á treinta ó cuarenta pasos á vanguardia de una zanja de cereo vivo que Ins sitiadores ocupaban habitualmente. Disponíanse éstos á apoderarse de él y arrastrarlo á su campo, cuando súbitamente fueron sorprendidos por un vivo fingo que partía de la zanja, el cual les obligó á replegarse a sus servas. Desde ellas trajeron con mayoras fuerzas un nuevo ataque sobre el cadáverpero fueron otra vez rechazados, y suensivament en otro tereer ataque, dejando en el campo varios nuertos. Los que así defendían el cadáver de Neira eran trece soldados negros de la guerrilla dis persa, que al mando del alférez José María Ortis (que era entonces casi un niño) había hecha pio firruc cat aquclla posición. El alférez Oniz