aiendo á Dios por testigo de la santidad de su causa.
A instancias del entonces canónigo José Ignacio Cienfuegos (agente del gobierno do Chilo), ol misano Papa Pío VII habíe nombrado esta misión postólica, confirmada por su sucesor León XII , ue también debía condenar nás tarde la revoInción americana (1824 y 1825) en otras dos encíclicas, que un historiador chileno ha comentado + estos últimos tiempos con gran copia de luces.
Era el secretario de esta legación el P. Jos Sallusti, escritor pedante y nutor de un libro sobre lla, que ha llegado á ser famoso por sus desatinos históricos y geográficos.
Los otros dos pasajeros eclesiásticos eran un fraile de la orden de Observantes menores de Buenos Aires, llamado F. Luis Pacheco, catedráieo de la universidad de Córdoba del Tucumán, y el P. dominico de Chile Raimundo Arce, que regresaban de Roma á la tierra de su nacimientodespués de haber besado la chinela del Santo Padre.
Estos dos padres y el canónigo Cienfuegos cran los únicos que, según los ritos tradicionales de los marinos do alta mar, habían recibido el agua del hautismo tropical; todos los demás eran consideralos como infieles, sometidos á la ley del antiguo lión del Océano.
El canonigo Mastai Ferréfi se dispensó del bauismo tropical pagando á Neptuno el tributo de un escudo romano, acuñado con la efigie de Su Santidad.
Y así fué cómo el que debía llamarse más tarde Pío IX peneto en la América del Sur bajo los auspicios del paganismo, según lo cuente su propio listoriografo católico.