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i sentar en la cátedra de San Pedro surear la inuensidad del Océano; admirar los magnificu ríos, las soberbias cordilleras de América, atmaver aquellos bostes, aquellas llanuras, dond mua naturaleza rica, fecunda, abandonada á sí mismus, ostenta con lujosa profusión los tesoros d su seno en la abundancia, variedad y hermosura de sus plantas y auimales; correr peligros entre sus salvajes, dormir cu pobres chozas ó acostarse á campa raso, y pasar la noche bajo aquel esplen dente horizonte que sorprende al viajero en las regiones australes".

El hombre que había recorrido tantos y tan reinotos países, afrontal tantos peligros, debía estar preparado para la acción. He ahí la iden instintiva del pueblo nudo se agrupaba como el mar que había azotado los costados de su nave de viajero, al pie del balcón del Quirinal y le gritaba: "Aniuto Pío IX . Mandad y seréis obedecido!" Y Thiers hacía ceo al gran clamor, dieiéndole desde lo alto de la tribuna francesa:

"Courage Saint Pére!" Las misuns ideas debieron cruzar entonces [HIT

su cabeza y las mismas generosas palpitaciones agitaron su corazón abierto á la esperanza del bien. Así como hubo un momento en que la Itali le creyó su apóstol y su campeón, él debió conside rarse el ser predestinado para dar á la iglesia por patrimonio uun. nación granda y libre. En 1847visitando el convento de Santa Croce, las monjas le mostraban una carta de la Italin, haciéndole notar su conocida forma de bota. Su santidad, con tono intencional, dijo: " Bella! pero á la bota le falta una espuelu." Y hablando de Julio 11, el enemigo de los güclfos, decía: "Fué un gran