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Y al mismo tiempo que el himno de Pio IX

resonaba en el muudko, la Cerrito hacía las delicias de Roma en el teatro de la Argentina, y el papa, aludiendo a las coronas que su pueblo ofrecín á la celcbro baitarina, deín con xa habitual y encantadora sonrisa: "Son los pies los que debieron coroJars".

Entonces el papa, en medio de su gloria, debi acordarse de aquel obscuro canónigo que se llama ba Mastai Ferreti, que veinte y dos años atrás oía las armonías do Rossini y conía al lado de una bailarina francesa, á orillas do uno de los más pintorescos arroyos del Río de la Plata.

VIII

Como lo hemos observado al tiempo de dar la noticia de su fallecimiento, Pío IX es el único papa que haya visitado el Nuevo Mundo, negado por los teólogos de la antigua iglesia católica, que condenaron á Capérnico y Calileo, refutando con el texto de la escritura las teorías de Colón que equilibraban el mundo.

    • El viaje do Pío IX ha sido uno de los prestigios de su pontificado. Un mundo entero lo aclamó de este lado del Océano, como si fuera un ciudadano de sus repúblicas; y hasta los protestantes norteamericanos le ofrecieron sus simpatías y su dinero para combatir al Austria, cuando desplegó en lo alto del Capitolio la antigua bandera gibeliua, símbolo do independeucia y libertad.

El filósofo cristiano Jaime Balmes, en un paifleto políticorreligioso que publicó en 1818, decía en sn magnífico estilo, hablando del viaje á Amé rica: "Agrada ver al joven misionero destinado