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mando superior, se encontraba desmoralizado en medio do su tritufo: veía desorganizarse los elementos que había desencadenado y tenía delante de sí en perspectiva el cadalso. Oliva, menos arrojado que Moyano, pero mis eagaz que él, tavo en aquel momento supremo una inspiración funesta, que decidió de la suerte del Callao.

Hallábase entre los prisioneros españoles ancerrados en las Casas—Matás del castillo el coronet.

D. José María Casariego, hombre de carácter firme y de gran presencia de espíritu on los momentos críticos. Habíalo conocido en Chile el sargento Oliva, y persuadió á Moyano que se dirigiesen á él, para que les aconsejaso en aquella difícil oircunstancia.

Moyano acogió la idea, y ambos se dirigieron en silencio á los retirados calabozos de Casas—Matas, donde descansaba el coronel Casariego, ajono á la revolución que se operaba en su destino.

Luego que los dos sargentos le informaron del objeto de su visita, comprendió todo el partido que podía sacarse de aquel suceso y de aquellos hombres, pero se guardó bien de manifestar su pensamiento. Se limitó á aconsejarles que trasladasen á los prisioneros españoles, de quienes nada tenían que temer, al cuartel de la puerta del So corro, que estaba en contacto con los amotinados, y que los reemplazasen en las Casas—Matas con los jefes y oficiales independientes, aislándolos así de la tropa y previniendo una reacción.

Moyano y Oliva acogieron con avidez el consejo, y antes de amanecer el día se hallaban todoslos presos patriotas en las Casas—Matas, bajo la custodia de Oliva, mientras Moyano alimentaba el fuego de la sedición, teniendo por coadjutor á Casariego.