Reflexionando sobre la naturaleza del hombre, descubro en ella dos principios distintos, de los cuales el uno le eleva al estudio de las verdades eternas, al amor de la justicia y de la belleza moral, á las regiones del mundo intelectual, cuya contemplacion forma las delicias del sabio; y el otro le hace entrar humildemente en sí mismo, le sujeta al imperio de los sentidos, á las pasiones que son sus ministros, y por ellas contraría todo lo que le inspira el sentimiento del primero. Sintiendome arrastrado y combatido por estos dos movimientos opuestos, me digo á mí mismo: No, el hombre no es uno; yo quiero y no quiero; me siento al mismo tiempo esclavo y libre: veo el bien, le amo, y hago el mal: soy activo cuando escucho la razon, pasivo cuando me arrastran mis pasiones; y el mayor tormento que tengo cuando me rindo á ellas, es conocer que he podido resistir.
Si es una inclinacion innata al hombre preferirse á todo, y es sin embargo innato