geres ni hijos? El bárbaro tenia razon. Creemos reunirnos en el espectáculo, y allí es cabalmente donde cada uno de nosotros se aisla; allí es donde va á olvidar á sus amigos, á sus vecinos, á sus allegados, para interesarse en unas fábulas, para llorar las desgracias de los muertos, ó reir á costa de los vivos.
El hombre firme, prudente, siempre igual á sí mismo, no es fácil de imitarse en el teatro; y aun cuando lo fuese, la imitacion menos variada no agradaría al vulgo: este con dificultad se interesaria en una imágen que no es la suya, y en la cual no reconoceria ni sus costumbres ni sus pasiones. Jamas se identifica el corazon humano con unos objetos que conoce serle absolutamente estraños. Asi el hábil poeta, el poeta que sabe el arte de acertar tratándo de agradar al pueblo y á los hombres vulgares, se guarda bien de presentarles la imágen sublime de un corazon dueño de sí mismo, que no escucha mas que la voz de la sabiduría; pero encanta á los espectadores con caracteres siempre en contradiccion, que quieren y no quieren, hacen resonar el teatro con gritos y gemidos que nos obligan á compadecerlos