versaciones de una centena de casas de Paris: fuera de esto nada se aprende en él de las constumbres de los Franceses.
Moliere se atrevió á pintar á los plebeyos y á los artesanos del mismo modo que á los marqueses: Socrates hacia hablar á los cocheros, carpinteros, zapateros y albañiles; pero los autores del dia, que son de otro porte, se creerian deshonrados si supiesen lo que pasa en el mostrador de un mercader ó en la tienda de un obrero: no necesitan sino de interlocutores ilustres, y buscan en el rango de sus personages la elevacion que no pueden sacar de su genio.
Por fortuna la tragedia, tal como existe, dista mucho de nosotros: nos presenta ideas tan gigantescas y retumbantes, que el ejemplo de sus vicios casi no es mas contagioso que lo que es útil el de sus virtudes, y que á proporcion que ella nos instruye menos, nos daña tambien menos. Pero no sucede lo mismo con la comedia, cuyas costumbres tienen una relacion mas inmediata con nosotros, y cuyos personages se parecen mejor á los hombres: todo es malo y pernicioso en ella: todo es de importancia para los espectadores; y el placer mismo del cómico, fun-