char la razon sino por el órgano del sentimiento.
Cuando el amor se insinua en lo íntimo del alma, es bien difícil echarle de ella: se fortalece, y penetran sus rayos como una agua fuerte y corrosiva.
Un corazon lánguido es tierno: la tristeza hace que fermente el amor.
La florida algarabía del galanteo está mucho mas distante del sentimiento, que el tono mas sencillo que pueda tomarse.
Alabar a uno en su cara, á menos que no sea á su querida, ¿que otra cosa es que tacharle de vanidad?
Todo el mundo está lleno de esos mandrias que buscan, como se dice, el modo de tantear su hombre, es decir, descubrir alguno que sea mas mandria que ellos, y á costa del cual puedan hacerse valer.
Jamas nos fastidiamos de nuestro estado cuando no conocemos otro mas agradable. De todos los hombres del mundo los selvages son los menos curiosos: todo les es indiferente: no gozan de las cosas, sino de ellos mismos: pasan su vida en holgar, y jamas se fastidian.
El hombre de mundo está todo en su es-