ciencia aprovecharme de esta oportunidad para prevenirte contra los peligros del mundo.
Y diciendo esto dió una mirada en rededor buscando un asiento cómodo, divisó un gran peñasco debajo de un abedul al lado del camino, se sentó en él, con rostro muy serio, y para librarse de los rayos del sol que nos daban de lleno se cubrió el sombrero de tres picos con un pañuelo. Entonces, levantando el índice, me puso sobre aviso contra un número considerable de herejías, á las cuales no me sentía inclinado, y me instó á que fuera constante en no olvidar mis oraciones. Dicho esto, me hizo un cuadro de la gran casa á donde me dirigía, y me trazó la línea de conducta que debía seguir con sus moradores.
—En cosas de poca importancia sé flexible, David,— dijo. Ten presente que, aunque nacido de buena familia, te has educado en el campo. No nos hagas avergonzar de tí. En esa grande y rica casa, con todos sus sirvientes, de todas condiciones, sé siempre, como el que más, tan agradable, tan circunspecto y tan pronto para comprender cuanto lento para hablar. En cuanto á la cabeza de la casa, recuerda siempre que es el jefe; nada más tengo que decir. Da á cada uno lo que le pertenece.
Es un placer obedecer á los mayores, ó debe serlo para el joven.
—Bien, señor, contesté,—prometo que trataré de hacerlo así.
Muy bien, muy bien,—replicó el Sr. Campobello contentísimo.—Y ahora tratemos de otro asunto. Aquí tengo un paquete que contiene cuatro cosas. Y diciendo esto lo sacó con cierta dificultad del bolsillo de su gabán.
De estas cuatro cosas, continuó, la primera es lo que legal-