joven bien hablado, y si quiere seguir mis consejos, hará bien en mantenerse alejado de los Shaws.
Después encontré á un hombre de pequeña estatura, vivaracho, con una hermosa peluca blanca. Ví que era un barbero que iba á afeitar á sus parroquianos, y sabiendo que los barberos son grandes parlanchines, le pregunté qué clase de hombre era el Sr. Balfour de Shaws.
—¡Tu! ¡ tu! ¡tu !—dijo el barbero,—no es nadie, no es absolutamente nadie; y comenzó con mucha astucia á preguntarme cuál era mi ocupación. Pero se encontró con la horma de su zapato, y se fué á afeitar á su parroquiano más próximo sin saber acerca de mí más de lo que sabía cuando me encontróesta No puedo describir el golpe terrible que fué esto para mis ilusiones. Cuanto más vagas eran las acusaciones, tanto menos me gustaban, puesto que dejaban ancho campo á la imaginación. ¿Qué clase de gran casa era todos los vecinos del lugar se sorprenque hacía que dieran y me mirasen con asombro al pedirles las señas?
¿ Ó qué clase de caballero sería su dueño, cuando su mala fama de tal modo andaba en boca de todo el mundo?
Si una hora de camino me hubiera conducido á Essendean, habría terminado allí mi viaje, y regresado á casa del Sr. Campobello. Pero habiendo ido ya tan lejos, la vergüenza no me permitía desistir hasta haber sometido á prueba el asunto; me veía obligado, por lo que á mí mismo me debía, á llevar la cosa adelante, y á pesar de no ser muy de mi agrado lo que había oído, y de haberme puesto de nuevo á andar con suma lentitud, continué preguntando las señas y continué mi camino.
Se acercaba la caída de la tarde cuando me encontré