Cuanto más la miraba, tanto más agradables me parecían los contornos: todos llenos de arbustos de espinos blancos en flor; los campos cubiertos de ganado; una bandada de cornejas cruzando á vuelo tendido el espacio; y todas las señales de un terreno fértil y un buen clima; y sin embargo, el edificio que se alzaba en medio de aquel paisaje lo echaba todo á perder.
Los campesinos pasaban á mi lado, sin que yo tuviera el valor de darles las buenas tardes. Al fin, el sol se puso, y entonces ví ascender una columna de huno que no me parecía mucho más espeso que el que daría una vela; sin embargo, ahí estaba y era señal cierta de fuego, de calor, de una cocina, y de que algún sér viviente lo había encendido. Esto me infundió ánimo de una manera maravillosa, mucho más, estoy seguro de ello, que un pomo entero del agua del lirio de los valles en que tanta confianza tenía la Sra. Campobello.
De consiguiente, me puse de nuevo en marcha, siguiendo un sendero mal trazado en la hierba que conducía á la casa. Aunque era por cierto muy indistinto, era el único que guiaba á una habitación humana. Llegué, por fin, á dos pilares de piedra, con una casilla al lado sin techo, y un escudo de armas en la parte superior. Aquello parecía visiblemente destinado á ser la entrada principal, que nunca llegó á terminarse; en vez de puertas de hierro, había un par de tablas.atadas con una cuerda. El sendero que yo seguía pasaba á la derecha de los pilares continuando en dirección á la casa.
Cuanto más me acercaba, más sombrío era su aspecto.
Parecía el ala de una casa que nunca se había concluído de fabricar. Los pisos superiores estaban incompletos así