lo que me trae, es algo que más interesa dijo Alán,—pero á Vd. que á mí.
—¿Y qué es?
—David,—dijo preguntó mi tío.
Alán.
—¿Qué es eso ?—gritó mi tío con voz muy demudada.
—¿Quiere Vd. que le diga el resto de su nombre?—preguntó Alán.
Hubo una pausa; y luego agregó mi tío con acento que expresaba cierta duda.
—Estoy pensando dejarlo entrar.
—Así lo creo,—dijo Alán,—pero la cuestión es si yo deberé hacerlo. Ahora bien; óiga Vd. lo que pienso.
Creo que debemos conferenciar en estos escalones y hablar de nuestro negocio. Tiene que ser aquí, ó en ninguna otra parte; porque es preciso que Vd. sepa que soy tan obstinado como Vd. y un caballero de mejor familia.Este cambio de tono desconcertó á Ebenezer. Estuvo rumiando unos momentos lo que había oído, y, al fin, dijo: —"¡ Está bien! ¡Está bien! Lo que ha de suceder, sucederá,"—y cerró la ventana. Pero pasó algún tiempo antes de que bajara, y aún mucho más tiempo antes de que quitara todas las cadenas y barras, y corriera todos los cerrojos y pasadores, arrepintiéndose, seguramente, á cada paso que daba. Al fin, oímos el ruido de los goznes y salió mi tío, sentándose en el escalón más alto, con el arcabuz en la mano.—Y ahora, —dijo,—tenga Vd. presente que estoy con mi trabuco en la mano, y que si Vd. da un paso más hacia mí, es Vd. hombre muerto.
—No hay duda que es un discurso muy político,—dijo Alán.