CAPÍTULO V
VOY AL EMBARCADERO DE LA REINA
DURANTE la noche llovió mucho, y la mañana siguiente sopló un viento frío del Noroeste que disipó las nubes.
Sin embargo, antes de que el sol hubiera empezado á alumbrar y que se hubiese ocultado la última de las estrellas, salí de la cocina, y me di un baño en un estanque, después de lo cual me senté junto al fuego, que había alimentado, y me puse á considerar seriamente mi posición.
No me quedaba duda alguna de la enesmitad de mi tío; ni de que mi vida estaba en peligro, y que él haría todo lo posible para acabar conmigo. Pero yo era joven y nada medroso, y, como la mayoría de los jóvenes, tenía una gran idea de mi astucia. Había llegado á la puerta de mi tío punto menos que un mendigo y casi un niño; me recibió con traición y quiso usar de violencia; sería una justa retribución hacer uso de la fuerza y manejarle como á un carnero.
Me hallaba sentado junto al fuego ocupado en mis pensamientos y sonriendo; me imaginaba descubrir sus secretos uno tras otro, y convertirme en el dueño y señor de aquel hombre. Decían que el hechicero de Essendean