CAPÍTULO VIII
LA CÁMARA DEL CAPITÁN
UNA noche, á eso de las doce, un marinero perteneciente al cuarto de vela del Sr. Riach, que estaba en la cubierta, bajó por su chaqueta, é inmediatamente empezó á susurrarse en el castillo que "Suan al fin había acabado con él." No había necesidad de mencionar el noinbre; todos sabíamos de quien se trataba. Pero no tuvimos tiempo para pronunciar una palabra, pues el escotillón se abrió y el capitán Oseas bajó por la escalera; dió una mirada á los camarotes, y dirigiéndose á donde yo estaba, me habló, á mi gran sorpresa, con suma bondad.
—Muchacho,—me dijo,—necesitamos que nos sirvas en la cámara. Tú y Ransome cambiaréis de camarote.
Á la popa, pues.
Mientras estaba hablando aparecieron dos hombres por el escotillón trayendo en los brazos á Ransome; una violenta sacudida del buque hizo que la luz de la lámpara diese de lleno en el rostro del muchacho, que estaba de color de cera blanca y con una especie de sonrisa que me heló la sangre y casi me quitó la respiración.
—¡Corre á la popa! ¡Corre á la popa!—gritó el capitán.