pero lo mismo acontece á más de un hombre honrado en estos tiempos.
—Sí?—dijo el caballero extraño,— pertenece Vd. al partido honrado?
El extranjero quería significar con eso si el capitán era un Jacobita ; pues en aquellos tiempos de discordias civiles, como sucede siempre, cada partido se cree el único que es honrado.
—¿Qué dice Vd., señor?—replicó el capitán,—yo soy un verdadero protestante, á Dios gracias. (Era la vez primera que le oí mencionar la palabra religión, aunque después supe que mientras estaba en tierra frecuentaba la iglesia.) Pero á pesar de eso, continuó el capitán, sentiría ver á otro hombre puesto de espaldas contra un inuro.
—¿De veras? —preguntó el Jacobita.—Pues para hablar en plata, le diré á Vd. que soy unos de esos honrados caballeros que tomaron parte en los disturbios del añoy 46; y para ser aun más claro, sepa Vd. que si caigo en poder de la gente de casaca colorada, me iría muy mal.
Yo me dirigía á Francia, y en estas inmediaciones había un buque francés que estaba cruzando para recogerme, pero lo ha impedido la niebla. Lo que quiero decir es: que si Vd. me deja en la costa á donde iba, traigo conmigo con que pagarle muy bien su trabajo.
—¿En Francia ?—preguntó el capitán.—No, señor; Llamábanse Jacobitas los partidarios de Jacobo Estuardo, pretendiente á la corona de Inglaterra, quienes intentaron en 1745 realizar sus aspiraciones por medio de las armas. No lograron su objeto, y á esta rebelión se refiere el autor en el curso de la novela.—N. del T.