lleno de asesinos. Ya han matado á un muchacho y ahora le toca á Vd.
—Sí, sí,—dijo,—pero aun no me tienen en su poder.
Y luego, fijando en mí las miradas me preguntó: — Puedo contar con Vd. ?
—Seguramente, le contesté.—No soy ladrón ni asesino. Estaré al lado de Vd.
—Muy bien,—dijo,—¡ cómo se llama Vd. ?
—David Balfour,—dije,—y pensando que á un hombre tan bien vestido debía de agradarle la gente de calidad, agregué, por vez primera" de Shaws." No se le ocurrió ponerlo en duda, porque un montañés de Escocia está acostumbrado á ver gente de alta alcurnia en la mayor pobreza; pero como él no tenía propiedades, mis palabras sacaron á relucir un poco su vanidad.
—Mi apellido es Stuart, dijo estirándose.—Me llaman Alán Breck. El nombre de un rey me basta, aunque lo uso sencillamente y sin el aditamento de una propiedad para darle fuerza.
Y habiéndome administrado esta especie de lección, se puso á examinar nuestros medios de defensa.
La cámara estaba sólidamente construída para resistir los embates del mar. De sus cinco aperturas solo las dos puertas y la claraboya podían dar entrada á un hombre.
Las puertas, además, podían cerrarse: eran de roble macizo, y podían correrse de un lado á otro y asegurarse con garfios para impedir que se abrieran. Una estaba cerrada, y afirmada de esta manera; pero cuando traté de hacer lo mismo con la otra, Alán me detuvo.
—David, dijo, porque no puedo acordarme del nom-