Página:Platón - La República (1805), Tomo 1.djvu/187

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Adim. Paréceme que vos teneis mucha razon en lo que hablais. Soc. Aprobareis pues nuestra segunda ley, que prohibe que se hable, ó que se escriba de los dioses de modo que nos los hagan mirar como hechizeros que toman diferentes formas, y que andan tras de engañarnos con sus discursos, ó con sus acciones? Adim. Yo la apruebo. Soc. Por tanto aunque haya muchas otras cosas que alabar en Homero, nosotros no aprobaremos de modo alguno aquel pasage donde dice que Júpiter envió un sueño á Agamenón (a); ni el lugar de Eschylo donde hace contar á Thetis lo que Apolo cantó en sus bodas asistiendo al festín, á saber: que seria madre afortunada y amada de los dioses, y que mis lujos exentos de enfermedades llegarían á una feliz vejéz. Cuyas predicciones me colmaban de alegría, no creyendo que la mentira pudiese salir de esta boca divina de donde salen tantos oráculos. Entre tanto este Dios, que había cantado mis glorias, este Dios, que testigo de mi himeneo, me habia anunciado una suerte tan digna de envidia, este mismo Dios fué el homicida de mi hijo. Quando alguno profiriese cosas tales, nos indignaremos contra el, y no le daremos lugar en nuestra (41) república: ni permitiremos de modo alguno semejantes discursos en boca de los maestros encargados de la juventud, si hemos de tener como deseamos defensores piadosos y