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XVII
PRÓLOGO.

repiten que bajo el régimen colonial los americanos vivieron sepultados en tinieblas. Digna del elogio que de Paulo Emilio hizo el poeta, podemos decir muy bien que España fué pródiga no sólo de su sangre, sino tambien de su grande alma.

Con razon D. Luis Fernandez Guerra en su eruditísima al par que amena monografía sobre Ruiz de Alarcon, justamente premiada en certámen público por la Real Academia Española, y á sus expensas impresa en edicion espléndida, en 187ı, se espacia describiendo la Aténas del Nuevo Mundo, en el siglo XVII, con tanto ó más entusiasmo que el que inflama á Macaulay, cuando, al disertar sobre los Oradores de la verdadera Aténas, se figura que entra por las puertas de aquella admirable ciudad, se mezcla con la espiritual muchedumbre, oye embebecido cantar al rapsodista, pende absorto de los labios de Sócrates, aplaude á Perícles en la plaza y á Sófocles en el teatro.

Fernandez Guerra, compañero invisible del personaje de su obra, asiste en idea «al claustro de la Universidad, á las academias de los Jesuitas, y á patriarcales reuniones de sabios en los feraces huertos de los Franciscanos, Dominicos y Agustinos, á la grata sombra de altísimos cedros y laureles, bajo florido pabellon de simbólicas pasionarias. Aquí admira la ciencia que se eleva hasta el Hacedor supremo cubriéndose los ojos con la veneracion, el anonadamiento y el amor, como los serafines con sus múltiples alas, en un doctor Juan Lopez Agurto de la Mata, colegial mayor del de