ma de los estandartes funerarios bordados con las armas, de su ilustre familia;—alguna tumba lejana y aislada contra la portada de la cual ella haya en su infancia lanzado tantas piedras ociosas;—algún sepulcro cuya puerta sonora no le devuelva jamás nuevos ecos, a ella, pobre hija del pecado, que en otro tiempo se estremecía al pensamiento de que fueran los muertos quienes le respondiesen gimiendo!
BALADA NUPCIAL
El anillo está en mi dedo y la corona sobre mi frente; he aquí que poseo rasos y joyas en abundancia, y en el presente instante soy feliz.
Y mi Señor me ama bien; pero la primera vez que pronunció su voto sentí estremecerse mi pecho, porque sus palabras sonaron como un toque de agonía y su voz se parecía a la de aquel que cayó durante la batalla en el fondo del valle, y que es dichoso ahora.
Pero habló de modo de tranquilizarme y besó mi frente pálida. Entonces un delirio vino