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Página:Poesías (A. Berro).djvu/204

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Venid, doncellas de rubor teñidas,
Esposas fieles, que bendijo Dios,
Venid— testigos de su dicha quiere
La vil ramera que os inspira horror.

Venid— Arturo, el de los lábios rojos,
De las palabras con sabor de miel,
El prometido de la hermosa Elvira
Que mil de veces la juró ser fiel.
 
Hoy en mis brazos buscará el delirio
Que no consigue vuestro amor causar,
Que no se encuentra en vuestros besos tibios,
Ni en vuestro rostro se pintó jamás.
 
También Eduardo, de Lucia esposo,
En mis halagos buscará el placer,
Y reclinado en mis desnudos hombros,
Verá las horas, sin afán, correr.

¡Con cuanto gozo beberé su aliento
Para templar esta insaciable sed
Que los desprecios de la amante esposa
En mi alma hicieron, por su mal, nacer!
 
Ella, la vana! que al pasar volvia
Para no verme la encendida faz,
Cual si temiera que mi vista ardiente
Le arrebatára su envidiable paz:

Y recojia los flotantes pliegues
De su vestido, como el cielo azul,