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Página:Poesías (A. Berro).djvu/27

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de aquella revolucion portentosa, que vestia el gorro frígido, y evocaba las sombras de Maraton y Salamina, cuando la Europa entera se desplomaba sobre ella, no podia traernos sino las formas del génio griego que la esclavizaba—La poética de Aristóteles era su decálogo—Esta innovación era de poca monta. Desheredada la raza austriaca del trono de España, por la muerte del imbécil Cárlos II, y sentado en él un nieto de Luis XIV, los pirineos abatieron sus frentes altaneras, y el ingénio español, pervertido por el culteranismo en el siglo XVII, vino á postrarse ante la influencia gálica, que este es el hecho que representan Luzan y los otros llamados restauradores de la poesía castellana en el siglo XVIII.

—Se solidaron, pues, entre nosotros las formas aristotélicas decoradas por Boileau y algún otro de sus continuadores; y encerrando á nuestros ingénios en estrechos carriles, detuvieron el vuelo, que, tal vez, habria desplegado el genio americano, en el momento en que hundiéndose el edificio colonial, brillaba entre sus ruinas la espada popular y tremolaba en las crestas de los Andes la enseña de la libertad de un mundo. Grandioso espectáculo, á que servia de teatro una naturaleza desconocida: desiertos sin horizonte, montañas que tocan á las nubes, llanuras que se doblan como las olas del mar, iluminadas por un cielo que vaciaba sus colores en nuestras banderas.

Todo era nuevo; nuestra manera de guerrear,