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Canta, que el Cielo te marcó en la frente
Para llenar en terrenal morada
Poética misión;
Y te dió la aureola refulgente
Del divino Querub, predestinada
Al genio creador.
 

II.
Cuando por vez primera en mis oidos

Sonara melodioso
Tu canto doloroso.
Violento se agitó mi corazón:
En lágrimas ardientes se empapára
Mi pálido semblante,
Y el lábio palpitante
Rompió en voces de intensa admiración.

El vuelo arrebatado de tu mente
Mi espíritu seguía,
Y absorto te veia
Luchar con espantosa realidad;
Y en las puras regiones ideales,
El alma con anhelo.
Correr tras el consuelo
Que negó a tu penar la sociedad.
 
Mas qué importa, poeta peregrino,
Aqueje tu existencia
La bárbara dolencia
Que te arrastra a la puerta sepulcral;