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Y apagóse en el momento
El materno sentimiento,
Y triunfó la vanidad.
¡Arrojarte asi a la vida
Tan hermosa y desvalida
En un mundo corruptor!
¡Y acallar a la conciencia
Desterrando tu presencia,
Para hundirte en el dolor!
Tú no tienes, inocente,
Quien te mire blandamente,
Quien se duela de tu mal;
Nadie asila tu pobreza,
Ni reposa tu cabeza
En el halda maternal.
Infelice! vuelve al cielo
Tus plegarias, y consuelo
Déte el Dios de caridad.
Que eres virgen blanda y pura,
Y a la casta criatura
El ampara en la horfandad.
III.
Exala tu dolor arrodillada
A los pies de esa cruz ensangrentada
Que levantó rabioso el descreido,