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Cuando á Jesús, el hijo de Dios bueno,
Jerusalem, con ciego desenfreno,
Enclavó en el madero bendecido.
Demanda al Redentor del mundo impío
Preserve tu existir del extravio
Que derrumba de Adán la descendencia:
Ruégale, por la madre lacrimosa,
Te aliente en esta vida tormentosa
Do fallece la débil inocencia.
Oremos: yo a tu lado virgen pura,
Elevaré mis ruegos con tristura
Al que tres veces Santo el mundo aclama,
Y maldiga su voz omnipotente
A quien vé en el dolor al inocente
Sin enjugar el llanto que derrama.
Febrero de 1840.