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Página:Poesías - IA poesas00listgoog.djvu/284

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Sonetos.

Que aunque tal vez de la razon me olvido,
El hielo de la edad ¿quién hay que encienda?
Es tiempo, ay triste! que á su voz atienda,
Mi juvenil esfuerzo ya perdido,
Despues de haberla insano desoido,
Cuando ser pudo de mi esfuerzo rienda.
Así va: los humanos corazones
Sufren en la verdad y en el engaño;
Y sin gozar de sí ni un solo dia,
Venden la juventud á las pasiones,
La edad madura al triste desengaño,
Y la vejez á la razon tardía.

XXIV.

A ELISA.

En vano, Elisa, describir intento.
El dulce afecto, que tu nombre inspira;
Y aunqué Apolo me dé su acorde lira,
Lo que pienso, diré, no lo que siento.
Puede pintarse el invisible viento,
La veloz llama, que ante el trueno gira,
Del cielo el esplendor, del mar la ira;
Mas no alcanza al amor pincel ni acento.
De la amistad la plácida sonrisa,
Y el puro fuego, que en las almas prende,
Ni al labio, ni á la cítara confio;