(Maestro ¡si supieras! desde que nos dejaste,
llevándote a la Gloria la adarga que embrazaste,
andan las nuestras cosas a las mil maravillas:
todas tan acertadas que no oso a describillas;
— Hoy, prima el buen sentido. La honra de tu lanza
no pesa en las alforjas del grande Sancho Panza.
Tus más fieles devotos se han metido a venteros
y cuidan de que nadie les horade sus cueros.
Pero, aguarda, que, cuando se resuelva a decillo,
ya verás que lindezas te contará Andresillo —
aunque hay alguna mala nueva, desde hace poco:
Aquel que también tuvo sus ribetes de loco,
tu primo de estas tierras indianas y bravías,
— ¡lástima de lo añejo de tus caballerías! —
tu primo Juan Moreira, finalmente vencido
del vestiglo Telégrafo, para siempre ha caído,
mas sin tornarse cuerdo: tu increíble Pecado...
— ¡Si supieras, Maestro, como lo hemos pagado! —
Tu increíble Pecado...! Caer en la demencia
de dar en la cordura por miedo a la Conciencia!)
Para husmear en la cueva, pródiga en desperdicios,
no hacen falta conquistas que imponen sacrificios:
sin mayores audacias cualquier tonto con suerte
es en estos concursos el Vencedor y el Fuerte,
pues todo está en ser duros. El camino desviado
malograría el justo premio del esforzado...
Por eso, cuando llega la tan temida hora
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Misas herejes.