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San Lázaro para mucho tiempo. Fuimos a pasar la noche en una hostería, donde me desquité un poco de la mala comida que hube de soportar durante cerca de tres meses. Pero, sin embargo, no pude entregarme a la alegría; sufría mortalmente por Manon. "Hay que libertarla—dije a mis amigos. Sólo por esto he deseado yo la libertad.

Ayudadme con vuestra industria. Yo he de, poner en este empeño hasta mi vida." Lescaut, que no dejaba de tener ingenio y prudencia, me indicó que precisaba ir con tiento; que mi evasión y la desgracia que había tenido al salir, seguramente moverían ruido; que el olfato de la Policía afinaríase en mi busca; que si no quería exponerme a algo peor aún que San Lázaro, sería conveniente que permaneciese oculto durante algunos días, para dar tiempo a que se apagase el primer fuego de mis enemigos. Su consejo era prudente; pero había que serlo también para seguirlo. Tanta lentitud y tantos rodeos, mal se compadecían con mi pasión. Todo lo que pude prometerle fué que pasaría el día siguiente durmiendo. Encerróme en su cuarto, donde permanecí hasta la noche.

Una parte del tiempo la empleé en trazar proyectos y buscar modos de auxiliar a Manon. Estaba convencido de que su prisión era aún más impenetrable que lo fuera la mía. No se trataba de fuerza ni de violencia; hacía falta astucia; pero la misma diosa de la invención no sabría por dónde empezar. Veía tan poca luz, que dejé el estudio Thyalty !

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