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eludir la visita de G M y temía no poder tampoco evitar que se explicase con Manon, resolví advertirla yo mismo, comunicándole el propósito de mi rival. Suponía que, sabiéndome enterado de las proposiciones que iba a recibir, y recibiéndolas a mis ojos, tendría bastante fuerza para rechazarlas. Comuniqué mi pensamiento a T, quien me respondió que era una cosa muy delicada. "Lo reconozco—le dije; pero todos los motivos que pueden tenerse para estar seguro de uma amante los sumo yo para contar con el afecto de la mía. Solamente la importancia de los ofrecimientos es lo que podría deslumbrarla, y ya os he dicho que no es interesada. Le gusta vivir bien; pero también me ama, y en el estado actual de mis asuntos no puedo creer que prefiera al hijo del hombre que la llevó al hospital." En una palabra, insistí en mi idea, y, retirándome con Manon, le declaré sin rodeos lo que acababa de saber.

Dióme las gracias por el buen concepto que de ella tenía, y me prometió acoger los ofrecimientos de G M de modo que no le quedaran ganas de reincidir. "No—le dije—; no conviene irritarle con brusquedades; puede perjudicarnos. Pero tú sabes bien, bribonzuela—añadí riendo, deshacerte de un amante desagradable e importunno." Después de reflexionar un poco, repuso ella: "Se me ocurre una idea admirable, y me felicito de ella.

G M es hijo de nuestro mayor enemigo; vamos a vengarnos de él, no en su hijo, sino en su Tian