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to y ordenándoles que nos obligaran a vestirnos con presteza.

Yo no sé cuáles serían sus intenciones en aquel momento. Quizá hubiésemos conseguido la libertad diciéndole dónde estaba su hijo. Marchóse a interrogar a los criados de Manon, a quienes habían detenido los arqueros. No pudo saber nada por los que su hijo tomara; pero al enterarse de que Marcelo estaba antes a nuestro servicio, decidió hacerle hablar, intimidándole con amenazas.

Era un muchacho fiel; pero sencillo y tosco... El recuerdo de lo que hiciera en el hospital por libertar a Manon, unido al terror que le inspiraba G M, hizo tanta impresión sobre su espíritu débil, que se imaginó que le iban a llevar al patíbulo o la rueda. Prometió confasar todo lo que él sabía si le salvaban la vida. G M se convenció con aquello de que había en todo el enredo algo más serio y criminal de lo que él se imaginara hasta allí; ofreció a Marcelo no solamente la vida, sino recompensarle por su confesión. El desgraciado le informó de nuestro propósito, que fué trazado delante de él, puesto que debía entrar también en la intriga. Cierto que desconocía las variaciones que hicimos en Parfs; pero, al salir de Chaillot, le habíamos comunicado el plan e instruído en el papel que habría de desempeñar. Le declaró, pues, que nuestra idea era engañar a su hijo, y que Manon debía recibir o había recibido ya, diez mil francos, que, según nuestro proyecto, no volverían by .