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. 192 madre a quien amabais con tanta ternura. ¿Habríais sufrido que la arrebataran de vuestros brazos? La habríais defendido hasta la muerte. ¿No tienen los demás un corazón como el vuestro?

¿Se puede ser bárbaro después de haber sentido siquiera una vez lo que es la ternura y el dolor?

"No vuelvas a hablarme de tu madre—repuso con voz irritada; ese recuerdo enciende mi indignación. Tus desórdenes la harían morir de dolor, si hubiese vivido para verlos. Terminemos esta entrevista—añadió—; me molesta, y no conseguirá hacerme cambiar de resolución. Me voy a casa, y te ordeno que me sigas." El tono seco y duro con que me dió aquella orden, me hizo comprender que su corazón era inflexible. Separéme algunos pasos, por miedo a que se le ocurriera detenerme con sus propias manos. "No aumentéis mi desesperación obligándome a desobedeceros—le dije—. Es imposible que os siga. Y no lo es menos que viva después de la dureza con que me tratáis, así es que os doy un eterno adiós. Mi muerte, que no tardaréis en saber—añadí tristemente, os hará quizá volver a sentir por mí cariño de padre." Como yo me volviera para separarme de él, exclamó con profunda cólera: "Entonces, te niegas a seguirme? Anda, corre a tu perdición. ¡Adiós, hijo ingrato y rebelde!" "Adiós—le dije en mi furia; adiós, padre bárbaro y desnaturalizado." Asf salí del Luxemburgo. Anduve por las calles Sally