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como loco, hasta que llegué a casa de T. En mi marcha, levantaba los ojos y los brazos al cielo para invocar a las potencias celestiales. "¡Oh, Dios! decía—Seréis tan implacable como los hombres? No puedo esperar ayuda más que de vos.

T no había vuelto a su casa; pero volvió a los pocos momentos. Su negociación había tenido tan mal éxito como la mía; así me lo dijo con tono de abatimiento. El joven G M, aun cuando menos irritado que su padre contra Manon y contra mí, no quiso dar ningún paso en favor nuestro cerca de éste. Se lo había prohibido a sí mismo por miedo al vengativo viejo, que ya se enfureció mucho con él, reprochándol su intento de relaciones con Manon.

Sólo me quedaba, pues, el camino de la violencia, tal y como T me trazara el plan; a ello reduje mis esperanzas. "Muy inseguras son—le dije; pero la única sólida y la más consoladora para mí es a lo menos perecer en la empresa." Me separé de él, rogándole que me ayudara con sus votos, y ya no pensé más que en unirme a compañeros a quienes pudiese comunicar una chispa de mi ánimo y de mi resolución.

El primero que me vino a las mientes fué el guardia de corps a quien emplee para detener a G M, y en cuya habitación pensaba pasar la noche, pues no había tenido ánimos, durante la tarde, para procurarme alojamiento. Le encontré solo; se alegró mucho al verme fuera del ChâteMANON