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alma. No tengo la presunción de aspirar a la cualidad de esposa tuya." "¡Ay, Manon!—repliqué yo, poco tardarías en serlo de un rey si el cielo me hubiera hecho nacer con corona. No vacilemos; no tenemos que temer obstáculo alguno; hoy mismo voy a hablar al gobernador y a confesarle que le hemos engañado hasta ahora. Dejemos a los amantes vulgares el temer las cadenas indisolubles del matrimonio; no las temerían si estuvieran seguros como nosotros de llevar siempre las del amor." Dejé a Manon en el colmo de la alegría después de aquella decisión.

Estoy convencido de que todo hombre honrado hubiera aprobado mi propósito en las circunstancias en que yo me hallaba; es decir, avasallado por una pasión que no podía vencer y combatido por remordimientos que no podía ahogar. Pero habrá alguien que me acuse de injusticia si me quejo del rigor del cielo al rechazar un propósito que había formado sólo en su obsequio? ¡Ay!

¿Qué digo rechazarle? Lo castigo como un crimen. Me había soportado pacientemente mientras marchaba a ciegas por el sendero del vicio, y me reservaba su más duro castigo para cuando comenzara a retornar a la virtud. Temo no tener fuerzas para continuar el relato del suceso más funesto que jamás haya ocurrido.

Fuí a casa del gobernador, como había convenido con Manon, para rogarle que consintiera en la ceremonia de nuestro casamiento. Me habría guardado bien de hablarle a él ni a. nadie si hnSiialty