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ella. Luego me eché sobre la fosa, el rostro pegado a la arena, y cerrando los ojos con el propósito de no abrirlos más, invoqué la ayuda del cielo y esperé la muerte con impaciencia.

Una cosa que no vais a creer es que durante el ejercicio de aquel lúgubre ministerio no derramé una lágrima ni lancé un suspiro. El abatimiento profundo en que estaba y el propósito decidido de morir, acabaron con todas las expresiones de la desesperación y el dolor. Así es que no permaneef mucho tiempo en la postura en que me coloqué sobre la fosa sin perder el conocimiento y el sentido.

Después de lo que habéis ofdo, la conclusión de mi historia tiene tan poca importancia, que no merece que os toméis el trabajo de escucharla. Cuando trasladaron a la ciudad el cuerpo de Synnelet, después de reconocerle, vieron que no estaba muerto y que ni siquiera eran graves sus heridas. Relató a su tío lo ocurrido entre nosotros, y su generosidad le impelió a publicar los efectos de la infa. Me buscaron, y mi ausencia, con la de Manon, hizo sospechar nuestra huída. Era muy tarde para seguirnos; pero al día siguiente y al otro empleáronse en mi persecución.

Me encontraron, al parecer sin vida, sobre la fosa de Manon; y los que me hallaron en aquel estado, viéndome casi desnudo y sangrando a causa de mi herida, creyeron que me habían robado y asesinado: me llevaron a la ciudad. El movimiento de la marcha me hizo recobrar el sentido; los Jially