Página:Prevost - Manon Lescaut (1919).pdf/31

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
29
 

condujo y cuántas lágrimas habría yo de derramar pensando en cuál fué siempre su recompensa.

Avanzamos con tal rapidez, que antes de anochecer estábamos en Saint—Denis. Yo había ido a caballo junto a la silla, lo cual no nos permitió hablar más que en los relevos del tiro; pero cuando nos vimos tan cerca de París, es decir, casi en salvo, decidimos tomar algún refrigerio, pues no habíamos comido nada desde nuestra salida de Amiens. Por muy apasionado que yo estuviese de Manon, ella supo convencerme que no lo estaba menos de mí. Eramos tan poco reservados en nuestras caricias, que no teníamos paciencia para esperar a encontrarnos solos. Los postillones y los hosteleros mirábannos con admiración, y yo observaba que se sorprendían al ver dos niños de nuestra edad dando muestras de amarse con locura.

En Saint—Denis olvidamos nuestros proyectos de matrimonio; defraudamos los derechos de la iglesia y nos hallamos esposos sin saber cómo. Seguramente, con mi natural tierno y constante, yo habría sido feliz toda mi vida si Manon me hubiese sido fiel. Cuanto más la conocía, más cualidades amables descubría en ella. Su talento, su corazón, su dulzura y su belleza formaban una cadena tan fuerte y tan encantadora, que yo hubiera cifrado toda mi dicha en no soltarme de ella. ¡Terrible mudanza! Lo mismo que hoy constituye mi desesperación pudo hacer mi felicidad. Soy el más desgraciado de los hombres, por esta misma constanDizalty