fortuna, se propuso buscar una y otra en los países lejanos del nuevo mundo que Colón y Américo Vespucio acababan de descubrir, y donde muchos italianos habían ya adquirido renombre y riquezas. Siguió a España a su conciudadano Francisco Chiericato, enviado como orador o embajador a Carlos V, para comenzar desde aquí sus viajes. Todo salió a medida de sus deseos, y puede verse en la carta dedicatoria de su obra cómo obtuvo del emperador la licencia de embarcar en la escuadra de Magallanes.
§ XVII. Pigafetta no era ciertamente muy sabio, aunque Marzari, historiador vicentino, nos dice que era célebre en toda Europa por sus excelentes conocimientos en filosofía, matemáticas y astrología;[1] mas había estudiado la geografía y la astronomía necesarias para entender el manejo del astrolabio y determinar la latitud de los lugares; conocía también bastante la teoría de los fenómenos celestes para poder hacer las observaciones astronómicas, por las cuales se juzga sobre la declinación del imán, de la singladura de un navío y de las longitudes. Puede formarse idea de sus conocimientos en esta parte por su Tratado de navegación.
- ↑ Storia di Vicenza, all’ anno 7480.
tica, y que fué elegido jurisconsulto en 1470, lo que no concuerda con el caballero Antonio, a menos que el jurisconsulto no sea su padre Domitio. En lo que respecta al caballero Antonio, sólo hay dos líneas en el epitafio que el caballero Capra, heredero de los bienes de Felipe Pigafetta, hizo poner en la iglesia de dominicos, en la que se lee: Philippus Figafeta,.. Peregrinandi cupidas, et Antonii gentilis sui eq. hierosolim., qui primas terrarum orbem circumiit, gloriæ emulus, abditissimas regiones adivit, etc. Aun existe en Vicencio su casa, en la calle de Luna; es de estilo gótico, y fué construida por sus antepasados en 1481; pero a su vuelta hizo adornar la puerta con un festón de rosas, en el que mandó esculpir estas palabras Il. Nest. Rose. sans. espine, quizás aludiendo a la gloria conquistada por su circunnavegación y las penalidades sufridas en ella. Debo estos pormenores a los condes Francisco de Thiène y Francisco de San Giovanni, a los cuales me complazco en testimoniarles aquí públicamente mi reconocimiento.