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Acta Apostolicae Sedis - Comentario Oficial

Pasando a sucesos más recientes, Nuestro Predecesor Pío X, de feliz memoria, en 1909 aprobó la Misa y el Oficio propio en honor del Santo Diácono de Edesa, extraída en gran medida la liturgia siríaca, y la concedió a a los monjes benedictinos, del Priorato Jerosolimitano de los Santos Benedicto y Efrén. Consideradas cuidadosamente todas estas cosas, para compensar lo que todavía parecía faltar a la gloria del gran anacoreta y al mismo tiempo dar a los pueblos del Oriente cristiano un testimonio de la caridad apostólica con la que pensamos en su interés y honor. Nosotros, mediante un acto oficial reciente, hemos encomendado a la Congregación de Ritos la tarea de llevar a cabo la solicitud establecida en la carta citada de acuerdo con las prescripciones de los cánones sagrados y la disciplina actual. La propuesta tuvo un resultado tan feliz que los Cardenales a cargo de esa Sagrada Congregación declararon a través de su Prefecto, Nuestro Venerable Hermano Antonio Vico, Cardenal de la Santa Iglesia Romana, Obispo de Oporto y Santa Rufina, que también ellos querían esta [declaración] y Nos pidieron humildemente lo mismo que habían pedido los demás con las cartas postulatorias presentadas.

Por lo tanto, después de invocar al Espíritu Paráclito, nosotros, con nuestra autoridad suprema, le damos y confirmamos a San Efrén, el diácono sirio de Edesa, el título y los honores de Doctor de la Iglesia Universal, y establecemos que su fiesta, fijada el 18 de junio, se celebra en cualquier lugar de la misma manera que se celebra el dies natalis de los otros Doctores de la Iglesia Universal.

Por lo tanto, Venerables Hermanos, mientras nos regocijamos por haber conferido este aumento de gloria y honor al Santo Doctor, estamos seguros al mismo tiempo de que en estos momentos difíciles la familia universal de los fieles cristianos encuentra en él un intercesor y protector muy activo y apasionado en el clemencia divina. Los católicos orientales tendrán, con esta decisión, un nuevo testimonio de la preocupación e interés particular que los Romanos Pontífices tienen hacia las iglesias separadas, y Nosotros, como nuestros predecesores, queremos que sus legítimas costumbres litúrgicas y reglas canónicas permanezcan para siempre, intactas e intocables. Ojalá, con la ayuda de Dios y la protección de San Efrén, finalmente se derriben las barreras que dolorosamente vemos que mantienen una parte considerable del rebaño cristiano separada de la piedra mística, sobre la cual Cristo construyó su Iglesia,