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Acta de Benedicto XV

Mientras tanto, hemos recibido una carta con la que los Venerables Hermanos Ignacio Efrén II Rahmani, Patriarca Antioqueno de los Sirios; Elias Pedro Huayek, Patriarca Antioqueno de los maronitas y José Manuel Tomás, Patriarca de los Caldeos de Babilonia, nos rogaban, aportando importantes razones, que acordamos otorgar y confirmar con Nuestra Autoridad Apostólica a San Efrén el Sirio, Diácono de Edesa, el título y los honores de Doctor de la Iglesia universal. A esta petición se agregaron también cartas postulatorias de algunos cardenales de la Santa Iglesia Romana, de los obispos, de los abades y de los superiores de los institutos religiosos de rito griego y latino. Descubrimos así que la solicitud, también en línea con Nuestros deseos, merecía ser tomada en cuenta de inmediato. Sabíamos de hecho que los Padres orientales, a quienes hemos mencionado, siempre han considerado al Beato Efrén maestro de la verdad, mensajero de Dios y Doctor de la Iglesia Católica. También sabíamos que su autoridad, desde el principio, había desempeñado un papel importante no solo entre los sirios, sino también entre los pueblos vecinos: caldeos, armenios, maronitas y griegos. Todos ellos han traducido, cada uno en su propio idioma, las obras del diácono de Edesa y están acostumbrados a leerlas en sus asambleas litúrgicas y con gusto las releen en privado en casa, de modo que todavía hoy sus himnos se encuentran entre los eslavos, los coptos, los etíopes e incluso entre los jacobitas y los nestorianos. También hemos considerado que este hombre fue anteriormente tenido en gran honor por la Iglesia Romana. De hecho, desde la antigüedad se conmemora al Beato Efrén en el martirologio el 1 de febrero, alabando en particular su santidad y su doctrina; pero en Roma misma, hacia fines del siglo XVI, se erigió una iglesia en el Viminal en honor de la Santísima Virgen y de San Efrén. Por otro lado, es un hecho conocido e indiscutible que Nuestros predecesores Gregorio XIII y Benedicto XIV, a quienes los orientales tienen más de una razón para estar agradecidos, trabajaron para garantizar que, primero Vosius y luego Assemani, reunieran con la mayor diligencia posible las obras de San Efrén, las publicaron y difundieron para ilustrar la fe católica y alimentar la piedad de los fieles.