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Ya el jigante está en pié! ya la montaña, Ara de su martirio, Que empapó con la sangre de su entraña Y aturdió en la embriaguez de su delirio; La montaña, testigo dolorido De su tremenda historia, Es su negro caballo de pelea: El pedestal soberbio de su gloria!


¿Qué vé en la inmensidad desconocida Que su impaciencia calma, Y otra vez avasalla Con cadenas de asombros á su alma? Vé alzarse en el confin del horizonte, Del espacio en los ámbitos profundos, Sobre la excelsa cúspide de un monte Que se estremece inquieta, Y en medio del espanto de los mundos, De una cruz, la fantástica silueta!