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V
Ya el jigante está en pié! ya la montaña, Ara de su martirio, Que empapó con la sangre de su entraña Y aturdió en la embriaguez de su delirio; La montaña, testigo dolorido De su tremenda historia, Es su negro caballo de pelea: El pedestal soberbio de su gloria!
¿Qué vé en la inmensidad desconocida
Que su impaciencia calma,
Y otra vez avasalla
Con cadenas de asombros á su alma?
Vé alzarse en el confin del horizonte,
Del espacio en los ámbitos profundos,
Sobre la excelsa cúspide de un monte
Que se estremece inquieta,
Y en medio del espanto de los mundos,
De una cruz, la fantástica silueta!