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QUO VADIS

Contemplamos desde una orilla el horizonte inmenso, pero sin que nos sea posible abarcar con la mirada la otra orilla.

—Qué profundo conocimiento tienes en la material—exclamó Nerón.

Y siguieron paseándose por algunos momentos en silencio, el cual erra interrumpido tan solo por el leve rocede las hojas de azafrán al ser holladas por los pies de los paseantes.

—Tú has dado expresión exacta á mis propias ideas,dijo por fin Neron.—De ahí que ahora te diga, y te repito siempre, que en toda Roma tú eres el único hombre capaz de comprenderme.

Así es en realidad; mi concepto acerca de la música, se halla en perfecta harmonía con el tuyo. Cuando toco y cuando canto, experimento la visión de cosas que antes ni siquiera sospechaba que existieran en mis dominios, ó en el mundo. Soy el César y el mundo es mío. Puedo hacerlo todo. Pero la música me abre nuevos horizontes, nuevos reinos, montañas y mares, delicias por mí antes no conocidas. Con suma frecuencia no me es posible aplicarles un nombre y ni siquiera darme cuenta de la forma que afectan, para asirla cual quisiera; tan sólo sé que las siento. Siento á los dioses, veo el Olimpo. Una especie de brisa extraterrena parece llegar hasta mí; y entreveo, como en medio de una niebla sutil, cierta grandeza inconmensurable, pero tranquila y brillante, como los rayos del sol. Parece como si en derredor mío girase todo el sistema planetario; y te lo declaro, y aquí la voz del César se volvió temblorosa á influjo de una sincera emoción,—yo, César y dios, me siento en tales ocasiones tan pequeño come un grano de arena. ¿Lo creerás?

—Si. Solamente los grandes artistas tienen la facultad de sentirse pequeños en presencia del arte.

—Esta es una noche de sinceridad y franqueza; así, pues, voy á abrirte mi alma como á un amigo, y te diré