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QUO VADIS

es capaz de recobrar el favor del César y derribar aun al propio Tigelino.

Y empezaron á acercársele nuevamente.

Pero el fin de la velada fué menos afortunado para el árbitro, porque el César, en el momento en que Petronio se despedía, le preguntó de súbito, guiñando los ojos y con expresión á la vez festiva y maliciosa en el semblante: —Mas, díme, ¿porque no te ha acompañado Vinicio?

Si hubiera estado Petronio seguro de que Ligia y el joven tribuno habían salvado á la sazón las puertas de la ciudad, habría contestado: «Con arreglo al permiso que le otorgaste, se ha casado y ha partido.» Pero, notando la extraña sonrisa de Nerón, contestó: —Tú invitación, divinidad, no le encontró en casa.

—Di á Vinicio que me será grato verle,—contestó el César, y agrégale de mi parte que no falte á los juegos en que aparecerán los cristianos.

Estas palabras alarmaron á Petronio.

Parecióle que se referían á Ligia directamente.

Así, pues, llegado á su litera, ordenó que le condujesen á su casa con mayor rapidez que en la mañana.

Empero, la empresa no era fácil.

Delante del palacio de Tiberio se agrupaba una multitud densa y bulliciosa, ébria como las que a su venida había encontrado Petronio, pero la cual no manifestaba ahora su alegría cantando y bailando, sino que parecía hallarse presa de honda excitación.

Y al mismo tiempo dejábanse oir á la distancia unos gritos que Petronio de pronto no comprendio pero que fueron creciendo gradualmente y generalizándose hasta convertirse en un solo alarido salvaje: —¡A los leones con los cristianos!

Las ricas literas de los cortesanos empezaron al mismo tiempo á circular por entre la rugiente plebe.

Y desde el fondo de las calles incendiadas seguían aflu-