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QUO VADIS

juzgaba que pronto no quedarían ni rastros de los confesores de Cristo.

¿Y qué sucedería entonces?

La danza loca continuaría bajo la férula de Neron; y si Nerón llegaba á desaparecer, otro vendría, de la misma ó peor especie, porque con tal pueblo y tales patricios no había motivo para esperar un gobernante mejor. Sucederíase, pues, un nueva orgía, la cual sería, por otra parte, aón más infame y vil.

Pero ella no duraría por siempre; y una vez que hubiera pasado, sentiríase al fin la necesidad de entregarse al descanso, aún cuando solo fuese en fuerza de la consiguiente enervación.

Y mientras tales ideas pasaban por la mente de Petronio, sentía inmensa dépresión en el espíritu.

¿Valia la pena vivir, vivir en la incertidumbre, sin tener en vista otro objetivo que contemplar las evoluciones de semejante sociedad? El genio de la Muerte no se le presentaba entonces menos hermoso que el genio del Sueño, y aquel también tenía alas en los hombros.

La litera se detuvo delante de la puerta del árbitro, la cual fué abierta al punto por el vigilante guardian, —¿Ha vuelto el noble Vinicio?—preguntó Petronio.

—Sí, señor, hace un instante,—contestó el esclavo.

—No la ha salvado,—pensó Petronio.

Y echando á un lado su toga, corrió al atrium.

Vinicio estaba sentado en un escabel. Tenía la cabeza entre las manos é inclinada hasta las rodillas; pero al escuchar el ruido de pasos alzó el petrificado semblante en el cual solamente los ojos mostraban un brillo febril.

—¿Llegaste tarde?—preguntó Petro io.

—Sí; antes de mediodía se apoderaron de ella.

Sucedióse un instante de silencio.

—¿La has visto?—preguntó Petronio en seguida.

—Si.

—¿Dónde está?