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QUO VADIS

dos, pues desde aquel momento hallábanse bajo su protección; y el mismo César no osaría perseguirlos por mês tiempo con su venganza.

CAPÍTULO LXVI

Cuatro bitinios transportaron á Ligia con el mayor cuidado á la casa de Petronio.

Vinicio y Ursus iban á pie á su lado, haciendo apresurar la marcha á fin de poder entregar á la joven cuanto antes en manos del médico griego.

E hicieron el camino silenciosos, porque después de los acontecimientos de aquel día no tenían el ánimo de hablar.

Vinicio hasta entonces parecía encontrarse solo en parcial posesión de sus sentidos.

Repetíase á sí mismo que Ligia estaba salvada; que ya no la amenazaban por más tiempo ni la prisión, ni la muerte en el Circo; que las desventuras de ambos habían terminado de una vez y para siempre; que se llevaba á su casa á Ligia para no volver á separarse jamás de ella.

Y esto se le presentaba á su imaginación como el principio de una otra vida, que no era vida real.

De momento en momento inclinábase hacia la abierta litera para contemplar aquel amado rostro que á la luz de la luna semejaba un angel dormido, y repetía mentalmente: ¡Es ella! ¡Cristo la ha salvado!

Y recordaba también que en los momentos en que él y Ursus la iban sacando fuera del spoliarium habíale asegurado un médico desconocido que la joven estaba viva y tornaría á recobrar los sentidos.

A esta idea la felicidad inundaba de tal manera su corazón que por momentos sentíase desfallecer y no pudiendo seguir marchando por sus propios pies, se apoyaba en el brazo de Ursus.

Este último, entre tanto, iba con los ojos fijos en el cielo, cubierto á la sazón de estrellas, y oraba.

Y seguían apresuradamente su camino por calles en