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QUO VADIS

—¿Sabes dónde se encuentra?

—Nó.—¿Entonces te propones dar de nuevo comienzo á tus pesquisas en antiguos cementerios y hasta más allá del Tiber?

—No lo sé, pero necesito verla.

—Bien: aunque cristiana, posible es que tenga más juicio que tú, y así ha de ser indudablemente, á menos que desee tu ruina.

Vinicio se encogio de hombros y dijo: —Ella me salvó de las manos de Ursus.

—Entonces, apresúrate, porque Barba—de—Bronce, no ha de aplazar su partida. Y las sentencias de muerte pueden asimismo dictarse en Aucio.

Pero Vinicio ya no oia.

Un solo pensamiento le preocupaba: tener una entrevisto con Ligia; de ahí que se pusiera á recorrer en su mente los planes que á ello pudieran conducírle.

Entretanto ocurrió un suceso propio para eliminar sobre este particular todo linaje de dificultades. Chilo volvió de manera inesperada á su casa.

Era su aire preocupado y miserable, y había señales de hambre y de pobreza en su demacrado rostro y en su raído traje; pero los sirvientes, que no habían olvidado la orden anterior de admitirlo á todas horas del día ó de la noche, no se atrevieron á detenerlo.

Así, pues, fuese directamente al atrium y poniéndose delante de Vinicio, le dijo: —Que los dioses te den la inmortalidad y compartan contigo el dominio del mundo!

Vinicio tuvo en el primer momento el deseo de ordenar que les arrojasen fuera; pero casi inmediatamente después le sobrevino la idea de que por ventura el griego algo supiera con respecto al paradero de Ligia; y la curiosidad se sobrepuso en él á la repulsión que aquel hombre le causaba.